Subida a los Lagos de Covadonga desde Intriago por caminos 17-06-2017

Subida a los Lagos de Covadonga desde Intriago por caminos 17-06-2017

DATOS DE LA RUTA


HORA DE SALIDA: 09:03
HORA DE LLEGADA: 13:11
TIEMPO DE PEDALEO: 03:45
TIEMPO TOTAL EMPLEADO: 04:8
DISTANCIA RECORRIDA: 37.8 Kms.
TEMPERATURA MEDIA: 23.0 ºC ( mín.: 17.0 ºC máx.: 28.0 ºC ).
SENTIDO DE REALIZACIÓN: habitual

OBSERVACIONES: Primera ruta de fin de Semana de MTB CdC. Llegamos el viernes, nos alojamos en Corao y Cena en Benia de Onís, en Casa Moreno. Ruta el sábado, con alguna incidencia: senderos que no se pueden realizar, tramos de pateo por imperativo legal (agente forestal que nos indica que por el Parque Nacional no se puede transitar en bici, es decir, la zona más cercana a los Lagos). La bajada tampoco se hace por donde está previsto. Vistas inigualables. Compañía excepcional.

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Una vuelta por los Lagos de Covadonga desde Intriago. Podría contar….

Podría contar cómo fue el viaje de ida desde Madrid el viernes por la tarde. Un viaje tranquilo y aburrido por autopista, sin tráfico. De cómo en el último tramo, ya en tierras asturianas, apareció la niebla. De la sorpresa al ver que estábamos a una temperatura de diecinueve grados, que seguro hubiera sido la envidia de los que se habían quedado en Madrid.

Podría contar la llegada a ese pueblo-aldea del concejo de Cangas de Onís llamado Intriago, y la entrada al hotelito rural donde nos íbamos a hospedar. Del encuentro con aquel recepcionista amable y parco en palabras que me encontré a mi llegada. Del primer vistazo a la habitación. De pensar en quién dormiría en aquella cama supletoria pequeña en la que solo un tío grande como David Verdes podría caber en condiciones,…

Podría contar la sensación de libertad que tenía al dar una primera vuelta por los alrededores, que decidí hacer para estirar las piernas después de cuatro horas de viaje desde Madrid, y a la espera de la llegada de los que habían decidido pasar el fin de semana en Asturias. De cómo en pocos segundos se pasó del silencio y tranquilidad de la aldea, al bullicio de la llegada del personal, con los saludos efusivos y jocosos del grupo. De la alegría de ver a amigos con los que hacía tiempo no coincidía y que parecía que no habían pasado más que unos días desde el último encuentro. Del reparto de habitaciones, de poner a buen recaudo las bicis en un pequeño habitáculo que puso a nuestra disposición el tipo del hotel.

Podría contar la primera vez que escuchamos las que posteriormente serían las palabras más oídas del fin de semana: ¿Dónde vamos a comer? Pero ¿no habíamos ido a montar en bici?. No sé, pasó tanto en tan poco tiempo que apenas recuerdo a qué habíamos ido. De cómo el tipo del hotel se ofreció a hacer una reserva para veintidós comensales en una sidrería cercana. Sidrería donde íbamos simplemente a tomar unas ensaladas pero que después se convirtió en una auténtica bacanal de raciones, cervezas, sidras, fabes, cachopos, tartas de queso, arroz con leche, …. Sí, creo que también se bebió alguna botella de agua… En definitiva, todo aquello recomendable para pasar una noche tranquila, a la espera de la primera ruta del fin de semana que estaba preparada y planificada para el sábado. De cómo unos cuantos, pocos, no queríamos volver al hotel antes de tomar un digestivo que ayudara a digerir aquella cena copiosa. De la charla animada sobre el mundo cervecero que tuvimos en la barra de la sidrería con unos pacharanes en la mano. No podía ser de otra forma habiendo un vasco en el grupo. De cómo terminó la noche…

Podría contar cómo amaneció el sábado. La sorpresa de ver a todo el mundo preparado para desayunar a una hora temprana, antes siquiera de que estuviera abierta la cocina. Y eso que habíamos quedado a una hora bastante tardía para comenzar. No sé, serían los nervios, las ganas de empezar, la sed de aventura que nos habían llevado a esos lares. Del desayuno, las tostadas, bizcochos, cereales, embutidos, zumos, cafés y colacaos. De la recogida de las bolsas y maletas para dejar las habitaciones.

Podría contar lo que fueron los preparativos de la ruta. El engrase de cadenas, inflado de ruedas, mochilas, agua, comida (otra vez comida),… Lo que fue la salida por la pista forestal asfaltada por la parte de atrás del pueblo. Las primeras pedaladas, las primeras rampas,… Sí, las primeras porque hubo un montón de ellas. Lo que fue el primer sendero de la ruta. Una subida técnica, dura, con el terreno húmedo, que hacía imposible hacerla sobre la bici. De la decisión de volvernos al no tener claro el track. De lo divertido del sendero de bajada al volver sobre nuestros pasos hasta la carretera. De los kilómetros de carretera que hicimos. Kilómetros de subida, de subida y de subida,.. También algunos de bajada. Los pensamientos que me abordaban sobre el motivo de bajar por carretera y cómo se podrían aprovechar de existir senderos alternativos. Ufff, escalofríos,... Pero seguíamos por carretera. 

Podría contar los impresionantes paisajes que se veían mirases donde mirases. Del esfuerzo del pedaleo por no perder al grupo. Ese grupo de pros a los que cada vez se hace más complicado seguir, en especial para arriba,… La llegada a Demués. De cómo cambiamos la carretera por pistas forestales de tierra y hormigón a partes casi iguales. Hormigón que de no existir harían prácticamente imposible ganar pedaleando las impresionantes rampas que nos llevaban hasta las cumbres. De las bromas y risas del grupo. De la emboscada, manguera en mano, que se preparó en este mismo pueblo, a la salida de una curva, de la que era imposible escapar por la dureza de las rampas y porque de alguna forma se agradecía que te mojaran, ya que el sol apretaba de lo lindo y cualquier ayuda para rebajar el calentón era bienvenido…

Podría contar lo que fue la subida desde Demués hacia los lagos. Subida interminable, dura, con unas vistas increíbles de los picos, collados y valles que amenizaban el trayecto. También vacas, ovejas y caballos, Y sus desperdicios, que en ocasiones nos esperaban a modo de minas sobre el terreno. De cómo se veían a lo lejos las rampas por las que debíamos pasar, con unos desniveles que asustaban, y que te hacían reservar fuerzas para lo que nos esperaba. De cómo llegábamos a las rampas más duras del trayecto, de cómo las sufríamos y disfrutábamos. Del esfuerzo por ganar altura, bien pedaleando, bien pateando. Daba igual. Teníamos que llegar. Dicen las malas o buenas lenguas, que algunos machotes hicieron montados toda la rampa infernal. Me lo creo. Voy con pros, fuertes y de pedalada poderosa. Pienso en cómo se subía o bajaba en el pasado, cuando todavía no estaba hormigonada. De la llegada a ese primer mirador de lo que yo pensaba eran las cumbres. Imbécil de mí. Quedaba todavía mucho que sufrir y también que disfrutar. 

Podría contar como pasamos por el famoso cartel, del que sigo dudando su existencia, que indicaba la entrada al parque nacional y la prohibición del paso a bicicletas. Sí, prohibición de andar en bici por el campo. PROHIBICIÓN que acordamos con el guarda forestal que nos paró a la entrada de los lagos que comunicaríamos a amigos y enemigos para que lo supieran y evitaran ir por allí a expensas de que fueran multados y posiblemente tratados como delincuentes. De cómo tras una bajada corta por una pista rota, que nos hizo a algunos sonreír después de tanto esfuerzo, llegamos a una vega preciosa, donde se intuían algunos senderitos que nos harían atravesarla hasta llegar a un increíble enclave entre picos, donde se ubicaban algunas casas a modo de aldea perdida en la montaña, multitud de vacas, y una paisana más maja que las pesetas con la que nos paramos a charlar un rato. No importa de lo que hablamos. De la vida en el montaña, en esos parajes idílicos, y en la ciudad. De cómo se vivía antes y cómo se hacía ahora. De la dureza del clima en invierno. De cómo se vendían las casitas en la montaña a tipos adinerados y cómo otros eran los que trabajaban el ganado y cuidaban de la zona. Y allí pasamos un rato, que nos sirvió para descansar y disfrutar del fantástico paraje y de la conversación con la señora.  

Podría contar como después de unos cientos de metros otra vez de subida, llegamos a un collado donde se divisaba el primero de los lagos, el Ercina. De cómo nos paró un guarda forestal agazapado tras una colina a decirnos que estaba prohibido circular en bici por allí, por el campo. De lo mal que me sentó conocer esta prohibición, publicada en el cartel del que antes hable, y de tener que ir andando hasta el chiringuito y hasta la carretera, llenos de coches y de gente. Da igual, ya estábamos allí y disfrutábamos de haberlo conseguido. Pero teníamos que volver. De cómo, conocida la prohibición y la vigilancia de los agentes, tuvimos que rehacer el camino de vuelta, cambiando los tramos divertidos preparados por Marcos, por carretera con bastante tráfico, peligrosa, hasta la Huesera, donde cruzamos por un pequeño collado hasta el otro valle. De cómo tras patear algunos cientos de metros, otra vez por la maldita prohibición, alcanzamos una pista de bajada, también con alguna subida inesperada, que entre tramos de tierra, otros de hormigón y alguno de asfalto, nos llevaría directamente a Intriago, el punto de partida. 

Podría contar la llegada al hotel, de cómo el amable recepcionista nos permitió utilizar la ducha y la piscina para refrescarnos. También una manguera para limpiar las bicis. GRACIAS!!.

Podría contar la salida del hotel, y la parada en lo que parecía una casa de comidas de no muy buen aspecto, pero que a la postre fue todo un descubrimiento, donde nos deleitaron con comida casera, con fabes y garbanzos, con ensalada de pasta, con escalopines y un chuletón, sidras, cervezas (pocas), vino y refrescos, postres caseros... Y eso que lo único que queríamos era tomar, decían algunos, una ensaladita para desengrasar….

Pues eso, que podría contar muchas cosas sobre lo que sucedió y de cómo lo pasamos y disfrutamos, pero tendré que dejarlo para otro momento, ya que alguien me dijo que lo importante del asunto era que me tocaba hacer la CRÓNICA. Así es que me pondré con ello, pero quizás en otro momento.

Un placer haber disfrutado un fin de semana fantástico con todos vosotros. Marcos, MIL GRACIAS por la organización. Ya estás tardando en organizar otra!!!.

Un abrazo para todos. Hasta pronto.

(By JJ)

(escrito por Juanjo)


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Orrio en Intriago


Cena en Casa Moreno


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