Queridos amigos, Fuimos los seis valientes a horas tempranas, agitándonos al ritmo de “Sexual healing” de Marvin Gaye para liberarnos del gélido céfiro. Música que como no podía ser de otra forma, a Victor le emociono profundamente, levantando ciertos recuerdos que no quiso precisar pese a nuestra insistencia. Íbamos si embargo con porte aguerrido cual esbeltos castaños de indias a enfrentarnos a las montañas nevadas en el refulgente amanecer.
Notables oscilaciones de temperatura, observaban al punto nuestras mentes científicamente entrenadas por las insensibles maquinarias que ocupan nuestras jornadas. Tres bajo cero en punto de origen Club de Campo, que sorprendentemente ascendían a casi diez grados en algunas laderas expuestas incluso a esas horas de amanecida.
Pero ¡ay! Que breve es el entusiasmo cuando el animo se enfrenta a dificultades, que pese a al exhaustiva preparación de nuestro líder espiritual, superan el esquema cartesiano por el que intentamos comprender nuestra existencia, y la naturaleza altera nuestros planes. Las primeras cuestas fueron saldadas con energía y optimismo, pero la abundante nieve caída obstaculizaba nuestro avance en la cumbre.
Pese a la exhilarante belleza de los exquisitos paisajes que nos circundaban, hubimos de acarrear nuestros corceles mecánicos trabajosamente hasta la primera cumbre. Desde allí lanzamos nuestra alegre caballería hacia el valle. Iba yo el primero haciendo gala de mi depurada técnica de descenso a falta de otros alocados que nos suelen acompañar, cuando una inoportuna placa de hielo me hizo morder no ya el polvo, sino las piedras. Dieron esta y otras fortuitas caídas ideas a los mas traviesos: así esa simpática escena en la que cuatro amigos de la partida, cual buitres en la percha, obligaban al incauto a deslizar su bicicleta por una placa de hielo entre sano regocijo y fotos.
Tras dar cuenta de las imprevistas rampas finales con dignidad y persistencia -¡que remedio!- , los menos sumisos frente a nuestros cónyuges dimos cuenta de macrobiótico refrigero en ese el único bar de El Atazar, donde fuimos atendidos con la ruda simpatía de cierta dulcinea.
En suma, una esplendida jornada llena de estímulos sensoriales e intelectuales. Como no podía ser menos en este magnífico club, amigos míos.
Felices Navidades. (by Fernando Rodríguez) (escrito por Fernando Rodríguez) |
caídas en la ruta: (1)
pinchazos en la ruta: (0)
averías en la ruta: (0)
