Cuénta el Gomezbárrida que él fué uno de los majaderos del cojo, cuenta en su demencia aún después del tiempo pasado,
que una mañana, cuando la aurora de dedos de rosa teñía los valles de la rima con sus dedos de color de rosa que él
entre once valientes se enfrentaron y vencieron a la majada de Hefestos en su lucha por llegar a las Cascadas del Hades (o Purgatorio).
Recuérda que fué al principio que al paso de un triste arroyo, pálido trasunto del Aqueronte, Fernando Rodrigéguida cayó bajo el
hechizo que tejían las ninfas de los ríos y visitó las frías aguas como si esperaba atrapar a Artemisa cazadora en las mismas,
pero también se recuerda que en ese momento JM sintió la llamada de las ninfas de las fuentes y se arrojó
sobre la montura del Rodrigéguida, y que doblando las ruedas del carro del otro cayérase este último de la expedición y fué por ello Faetonte relegado a llevar
las nuevas a las mujeres que tomaban el Purgatorio subiendo por la meseta del tártaro (o de la tartera y la piscina); no os olvida el relator que los dioses
siempre se cobran su tributo en estas tierras.
Cuénta en sus histriónicos desvaríos este aedo enloquecido como escalamos por la falda de
la montaña de Hefestos, el templo donde se fraguan los escaladores. Y os cantaré sobre aquellos los que humillaron al cojo herrero hasta tal
punto que ni se dejó ver en lo alto de su fragua; pues como Aquiles el de los piés ligeros subieron el Jose Luís Lallanida, el Rafa Martínida, los Carlos
Teránida y su compañero de andanzas Quique, ya en la ausencia del De Páblida, fecundo en pedaladas que de buén seguro hubiera arremetido con ellos
si no fuera que cuidaba la andanza del Canaléjida, que rodaba hecho Sísifo con el peso de la culpa del suceso previo.
Entre medias llegaron el Javier Sanchécida, el Angel Muélida, Juan Carlos Boyánida y el Gomezbárrida ... departimos, reímos, llamamos al cojo por su nombre y en
vista de que tampoco su Venus Afrodita estaba (su vulcánico marido tampoco es que nos importara demasiado) completamos el grupo, cerramos la
ascención, comimos nuestra bien ganada ambrosía de jornada -tarta de santiago incluida- en el refugio de la Morcuera y tras encomendarnos a las musas del descenso
nos despeñamos hacia la meseta de tártaros y tarteras desde donde, tras trepar con la carga de nuestras bicis y el hatillo de hazañas que en
sus hierros se han templado, ofrecimos nuestra victoria en las mismísimas cascadas que se abren a las puertas del Hades (o Purgatorio) junto a las
esposas e hijos que tambien participaron de las festividades.
Recuérda éste en sus sinsentidos que bajamos como Aquiles el de los pies ligeros hasta el lagar de Rascafría donde nos juntaríamos de nuevo, solteros, esposos e hijos y en
soleada celebración sacrificamos en sagradas hecatombes ciento bueyes fritos con pancetas y morcillas. Reimos, brindamos en honor de Zeus padre
(Zeus, sí ... el de mecagüen), y así bebimos y comimos ungiendo nuestros músculos estomacales en triglicéricos aceites para ya finalmente descansar la tarde
bajo el calor del Sol. (by Emilio) (escrito por Emilio) |
caídas en la ruta: (1)
pinchazos en la ruta: (0)
averías en la ruta: (0)
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