Esta era, como dicen los profesionales, una etapa de transición: poco desnivel, no muy larga, ideal para llegar pronto a casa, pero iréis viendo cómo poco a poco conseguimos retrasar el horario previsto y llegar tarde a casa, como siempre.
Nos juntamos diecisiete ciclistas, mención especial para Nacho que vino con un amigo, y que antes de salir, dando aire a la rueda rompió la válvula, debe ser que puso mucho ímpetu ¡en qué estarías pensando! Con esto salimos media hora tarde.
Segundo incidente, entre el camino de la gravera y el cruce con la N1: Víctor pinchó, lo cual demuestra que un hierro también puede pinchar: otra media hora de retraso.
Tras reagruparnos, nos dirigimos hacia el Mesto, pero antes una parada obligatoria para ver La Cascada, y aquí es donde Víctor cuenta “el gran chiste de la cascada”:
Un colono americano va a una tribu india a negociar de qué manera les van a exterminar y pregunta por el jefe indio.
- Está en la Gran Cascada. Le responden,
- Bueno, volveré mañana, responde el colono,
- Al día siguiente vuelve: está en la Gran Cascada, le dicen.
- Bueno, volveré mañana, responde el colono,
- Al día siguiente vuelve: está en la Gran Cascada, le responden.
El colono mosqueado insiste:
- Esto no puede ser, ¿Dónde está la gran cascada?
- No lo sé, le responden, unos días es por aquí, otros por allí…
Después de este chiste y otros bastante mejores, nos dirigimos al Azud del Mesto, que como todo el mundo sabe, es la presa de riego del Mesto, donde nos tomamos nuestro refrigerio entre comentarios sobre plátanos y sobre higos, duros o blandos, salados o dulces. Y cuando ya estábamos marchándonos ocurrió la historia heroica del día: de repente alguien se da cuenta de que hay un guante en el rio, yo me doy cuenta de que el guante es mío y de que mi otro guante también está en el rio (de todos es conocida mi afición a dejarme cosas por ahí perdidas) Pero Carlos Terán, en un acto heroico, decidió tirarse en plancha a las gélidas aguas del rio para salvar a los guantes de una muerte segura. Gracias Carlos, ¡eres un héroe! ¡mis guantes y yo te lo agradeceremos eternamente!
Continuamos la ruta pasando por el cementerio de Pedrezuela y al llegar a la gasolinera de El Molar descubrimos que Eva y Carlos se han perdido y Víctor y Dani salen a rescatarlos, otra media hora y los consabidos ¿os habéis parado en los matorrales? ¿tanta prisa teníais? ¿no podíais esperar? A partir de aquí, ya reunificados de nuevo, bajamos la cuesta a tumba abierta hacia la gravera, y enfilamos el “puto camino de la gravera” cada uno con las fuerzas que le quedaban, ayudados en parte por el fuerte viento que tuvo la amabilidad de no cambiar de dirección y soplarnos de espalda en este tramo.
Finalmente unas cañas en el Bakartxo y llegamos a casa tarde, como siempre, a las 2 y pico.
(by Jesús Esteban)(escrito por Jesús Esteban) |
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