La ruta, declarada en “seco-semihumeda” por la organización. En “seco” porque la predicción de lluvia decía que llovía pero por la tarde y en “semihumeda” porque se intuía unos charcos aptos para el esquí acuático. La ruta también estaba declarada “díurna” y yo creo que ahí la organización se equivocó.  Me levanté, como alguno más,  a las 05 horas para estar a las 06:15 horas en el Club de Campo para empezar a las 08:30, que a esa hora ya era de día pero llevábamos en el cuerpo más kilómetros que la caja de trócolas del trasbordador Columbia. No me extraña que en los primeros kilómetros de la ruta tuviera una pájara, que al final pude superar, y como se pasa mal en esas circunstancias me dio por pensar y buscar una explicación y al final, la conclusión, la culpa de la pájara fue del madrugón. Mí cuerpo no se había enterado que había desayunado a eso de las 05:15 horas, pensaba que había alargado la cena, de ahí que no metabolizara bien o metabolizara muy deprisa los glúcidos, hidratos y lípidos que tenia que gastar en la ruta. Esta claro, si no se desayuna en condiciones, no se puede pedalear.

Desde Manzanares, nos pusimos a funcionar a la hora indicada, si despreciamos los minutos podemos decir que puntuales. Nos pusimos en marcha por caminos llanos, algo encharcados, hacía Miraflores y Bustarviejo. El principal escollo de la ruta fue el vadeo de un arroyo, que iba un poco crecido y que daba mucho juego y creó muchas expectativas porque todos pensamos que alguien se iba a caer en  medio del arroyo. Yo lo tenía claro, con media pájara, tanta agua que lleva el arroyo, me caigo seguro. Y lo tenía tan claro que me iba a caer que no sé a quien le dije: “Si me caigo en medio del arroyo y no me muevo, NO vayáis a ayudarme, que ya que estoy metido en el arroyo voy aprovechar para mear”. Al final “NadeNa”, hay tal nivel técnico en el grupo que el arroyo se sorteo con facilidad. No hubo caídas pero eso sí, mojados hasta la entrepierna.

Una vez en Bustarviejo hubo un avituallamiento extraordinario, mesa, mantel y cafecito con  magdalenas. De Bustarviejo se salío con alegría y con fuerzas renovadas debido al extraordinario desayuno, a la cafeína que actuó como excitante o bien porque alguno se equivoco de sobre de azúcar. Bajamos un poco y comenzamos la subida por el lado humano terrenal del Celemín. Aquí ya toda estaba hecho, una subida mas y a tumba abierta hacía los coches, montándose un sprint especial en el momento de tocar el asfalto que no estaba explicado en la ruta. No os puedo contar el resultado del sprint porque no tengo visión GPS y desde yo estaba no veía ni a los indios, como para ver a los “flechas”.

Durante la ruta NO hubo incidentes. Al menos nada que mencionar sin que tenga que herir la dignidad de algunos de los componentes. Las mecánicas también cumplieron (me refiero a las bicis), ni pinchazos de ruedas, ni roturas de cadenas, ni discos torcidos, ni amortiguadores sin aire, ni “NadeNA”. Un lujo.

En resumen, una bonita ruta que requería un bonito final y se celebro como se tiene que celebrar, en un bar y con unos centilitros de cerveza. ¡Por las cosas de enroscar y de desenroscar!  By Juan Carlos.