De Rascafría al Puerto de Cotos con bajada por las laderas de Cabeza de Hierro. 20-10-2013

De Rascafría al Puerto de Cotos con bajada por las laderas de Cabeza de Hierro. 20-10-2013

DATOS DE LA RUTA


HORA DE SALIDA: 08:37
HORA DE LLEGADA: 13:15
TIEMPO DE PEDALEO: 03:28
TIEMPO TOTAL EMPLEADO: 04:38
DISTANCIA RECORRIDA: 35.6 Kms.
TEMPERATURA MEDIA: 10.0 ºC ( mín.: 7.0 ºC máx.: 17.0 ºC ).
SENTIDO DE REALIZACIÓN: habitual

OBSERVACIONES: La bajada a Rascafría la hicimos por un tramo nuevo, la Pista Forestal de las Vueltas, poco transitado y algo cerrado en alguna zona. Única incidencia problemas en el cambio de la bicicleta de Javi Sánchez en la subida a Cotos.

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ASISTENTES: (13)

 

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Víctor
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Víctor (Camarero)

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 Rascafría Cotos

 
Sólo hay que parar. Un instante. Y ponerse a observar. A oler. A escuchar. A sentir. Por dentro y por fuera. Desde que fui a la escuela me sentí engañado. Me contaron que  había cinco sentidos... pero yo siempre he sentido más cosas. Sobre todo dentro de mí. El dolor en mis gemelos cuando el camino me insulta. El punzor en los riñones cuando el dolor de cuádriceps se ha hecho constante. La sequedad de mi boca pidiéndome hidratación. El cosquilleo por mi espalda después de pasar por una piedra junto al mínimo sendero que quería enviarme hacia el más allá desfiladero abajo. Esos sentidos nadie me los contó. Pero yo lo he tenido siempre. Y son los que me acongojan. 
 
El domingo salí para despedir a tres seres queridos que la luna había antojado se marchasen en un mismo día. Es el embrujo de la naturaleza. La misma luna que te da la vida, te la quita. Pero me confundí. No fue una despedida, fue un reencuentro con ellas. Quizá fue eso lo que hizo que viese a mis compañeros de pedaleo atónitos, como si ellos no viesen, no escuchasen lo mismo que yo...
 
8.15 de la mañana. La niebla intensa que había ensombrecido la noche y acotado la montaña para sólo los que la aprecian en toda su plenitud, nos dejó ver el premio. "Venid, disfrutad" nos dijo esa luna maldita que el día anterior se las llevó... Y así empezamos con las mangas largas, los chubasqueros, algunos manguitos y un hombre. De la región de los hombres. Del Txacolí. Y los multicolores y húmedos bosques. Hoy parecía ser su día. La luna nos premiaba con todo a la vez. Quizá por esto les notaba tan cautos. Sin saberlo estaban tan embriagados en los sentidos que debían sentirse extraños. Y ello les hacía ser precavidos, quizá en exceso. Sin embargo yo los percibía. 
 
No era frío, era ese frescor húmedo que te roza y penetra sin azotarte por los resquicios de piel sin proteger. Y olía. Mucho. A bosque. Y justo antes de un pequeño giro para acomenter el camino se empezaron a oir los rezos. Rezos lejanos, ancestros de los que antaño poblaron esos muros. Y de los que la misma luna se los llevó hace tanto. Y aún chocan sus voces perdidas en los muros de El Paular.
 
Y poco a poco se fueron diluyendo. Y se fueron camuflando con nuetros propios alientos. Respiraciones rítmicas acompasando a pedaleos interminables. Metro tras metro. recta tras recta,  Kilómetro tras Kilómetro. Casi interminable, la misma cadencia de pedaleo y de respiración agitada. Todo hacia arriba. Desnivelado. Y más arriba. Y abrupto a veces. Y detrás de una curva, otra, Y detrás de esa, otra más. Sin emabrgo la luna había humedecido un manto de tracción. Tierra, piedras, hojas, raíces, nos ayudaban a continuar. paradójico. La luna te premia y .... te castiga. O al menos eso creía. Cando de nuevo estaban embriagados los sentidos de los caballeros de aluminio e incluso los de carbono, se asustaban. Y ponían el pie en el suelo. 
 
En el tiempo que llevo con ellos, nunca les había visto así. Y me extrañó. Y de nuevo miré hacia arriba, y hacia los lados. Y ahí estaban los que colman los otros sentidos. Las llamadas de los picapinos reclamando su pareja. El verde agitar de las camaleónicas hojas de los chopos junto a los arroyos contestados por el fino hilo de voz de las hojas de los pinos silvestres. Y el agua al correr. Y al discutir con las rocas que se ponían en su camino. Y los verdes savia, los magenta tierra, cobrizas cortezas. Demasiados estímulos para además poder controlar las bicicletas.
 
Al fin llegamos. Ya no se veía hacia arriba más que otras cumbres que no eran menester para ese día. Estábamos en la cima del día. En lo alto de nuestros objetivos. Y volvimos a ser nosotros. Los coches de seres humanos de nuestra misma especie coloreban un parking desolado y las edificaciones con los tejados cansados de pizarra por la erosión, nos devolvían de nuevo a la civilización. Y volvimos a ser civilizados. Y volvimos a alimentar a la pradera con nuestros despojos. Pero quedaba algo de la embriaguez de los sentidos del bosque. Noté que alguno de nosotros también oía algunas voces de la naturaleza. Y no dejó sus desperdicios. La luna... 
 
Por eso no me pude quedar con ellos. Me tuve que marchar. Huí para reencontrarme lo antes posible con ellas, con esas voces. Y evitar que la civilización humedeciesen mis mejillas. Como provocó la luna el sábado. Tres veces eran demasiadas.  Y como en otras ocasiones volvimos a ser civilizados. Y nos empeñamos en seguir la vorágine social.No podíamos estar en la cima más tiempo. No se puede vivir estando arriba en la cima. Hemos de bajar de ella. Quizá para añorarla y volver, pasando por el  conformismo en el que vivimos. ¿Acaso no estamos en la Tierra para escuchar la novena sinfonía de Beethoven?
No merecemos vivir sin pasar por la cima. Aunque sólo sea la de una montaña.
 
El descenso empezó a hacerme entender. No oía ni veía más que vida. Estaba ahí, entre nosotros, camuflada por el follaje, el agua, las hojas, frutos y las huellas. Y gritaba tanto que pasamos de ser cautos y precabidos a cobardes. Estábamos tan inundados que algo nos hacía bajarnos una y otra vez de nuestras máquinas. Sin poder enlazar unos minutos encima de ellas. Pero les miraba y ellos no lo veían. Veían raíces tan malvadas que estaban dispuesta a hacerles la zancadilla incluso a los más hombres. Veían rocas que desequilibraban a los más veteranos, ... yo empezaba a verlas a ellas. Lo estaba comprendiendo. 
 
Y empezamos a tomar velocidad. Uno a uno, por descensos que hacían que hubiese merecido la pena las lamentaciones de las rampas previas. Pistas otoñales decoradas al más mínimo detalle para ser recorridas sin tregua ni pausa. La luna nos había embaucado. Tanto que, dejamos abandonado a uno de los nuestros. Fuimos caníbales por primera vez desde que estoy ahí.  El mismo grupo, la misma gente, los mismos almas... Y yo fui caníbal. Pero la luna estaba de nuevo caprichosa y seguía ahí, sobre nosostros, atemporal. Fue ella, sin duda, la que hizo salir a nuestros mejores exploradores en su busca. Aún sabiendo que iban a perderse la novena sinfonía del día. Otras cimas encontrarán. Aunque no hoy. Aún sacrificando lo que aventuró el profeta del Pingarrón. Ellos también sabían que este camino era uno de los más especiales y bellos. Y que más sentidos atrae. La luna...
 
 
Y sin ellos, y entre tanta belleza tan aturdidos por la majestuidad de la naturaleza seguimos el descenso, fugaz. Hasta que nos reencontramos con los exploradores. Con las manos vacías y el corazón medio roto. Y desaparecieron las voces. Se hizo el silencio. y llegamos de nuevo a las civilizaciones. Abajo, muy abajo. Tan abajo que había ya casas de ladrillo, y perrillos mascotas, y supermercados, y nuestros coches que nos conducirían más abajo aún. Y volví a tener 5 sentidos. Como en el colegio me enseñaron.
 
Pero comprendí que la luna malvada, la que se las había llevado, la que nos hizo estar aturdidos, ser egoístas, la que nos hizo ser tan cobardes, fue la misma luna que las convirtió a las tres. Y entendí por qué yo notaba algo más, con otros sentidos. comprendí que definitivamente habían abandonado sus cuerpos para formar parte de la vida. Yo las oí en el camino. Y entendí por qué la luna a veces no se va al alba.
 
¡Vivid en paz!
 
P.D. Charly, profeta del Pingarrón, me dijo que esta etapa le hace comprender por qué hace MTB. Creí que exageraba. Pero estaba en lo cierto. ¡Gracias ACCs!    
 

(escrito por Víctor (Camarero))


nº fotos/pág.

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Rascafría.


Rascafría.


Rascafría.


Desvío de M-604 hacia GR-10-1.


Desvío de M-604 hacia GR-10-1.


Desvío de M-604 hacia GR-10-1.


Desvío de M-604 hacia GR-10-1.


Carril peatonal entre Rascafría y El Paular.


Pista de subida a Cotos (GR-10-1).


Pista de subida a Cotos (GR-10-1).


nº fotos/pág.